Cuando llegó la inundación,
la Pelu fue la primera en hundirse y por eso fue la primera en aprender a
flotar.
Una mañana de invierno,
entró por la ventana y me enseñó los secretos de la flotación activa y pasiva.
–Cuando ya no hagas pie lo
más difícil será mantener el ritmo constante, pero no te desesperes, vos flotá
como si fueras una canción. La clave es tararear. Esa es la forma más fácil de
no pensar en flotar, mientras se está flotando.
Tenía razón y también tenía
un perro: Poqui.
De haber sido humano, Poqui
hubiera figurado en todas las guías de buceo como el gran submarinista que era
porque, estrafalaria naturaleza, ese animal había nacido para la inmersión. El
Poqui tenía la certeza de ser buzo de profundidades abisales, pero era perro,
así que la Pelu Salatín, aprovechando la posibilidad de la inundación, decidió
protegerlo sin frustrarle la vocación y lo transformó en una especie de tanque
de oxígeno.
En seco, el Poqui seguía
siendo un perro atado a la espalda de su dueña, pero en mojado, que era el
caso, lo que uno creía ver cuando los veía, era una submarinista que había
tuneado su tanque de oxígeno.
O algo así.
("Vidria.
El fino arte de crear monstruos.")