viernes, 17 de enero de 2014

Dream


«El perro que cayó en la piscina aquella noche» (Secuencia.)
1. El Perro duerme en posición nonato.
2. Yo no. Yo cuento ovejitas.
3. Se me ocurre llevar a cabo algo que bautizo como Experimento S.
4. Alzo al Perro, camino hasta la piscina y lo tiro al agua (podrida).
5. El Perro no flota.
6. El Perro se hunde.
7. El Perro no emerge.
8. Mirando el agua, en ropa de contar ovejitas, pienso: el Perro no flota; El Perro se hundió; El Perro no emerge.
9. Miro la luna. Pasa una oveja. Hace beeeee.
10. Me tiro. Nado. Lo encuentro.
11. El Perro sigue durmiendo. En posición nonato. En el fondo de la piscina profunda. Lo rescato.
12. La voz de mi padre dice: El perro no se cayó en la pileta aquella noche. Al Perro lo tiraron. Lo tiraste vos, Vidria.
13. Grito.
14. El Perro se despierta.
15. Las ovejas se despiertan.
16. Yo me despierto.
17. Todos nos despertamos.
18. Mi padre no. Mi padre sigue ahí, en el sueño, esperando…



Babaús


Cuando llegó la inundación, la Pelu fue la primera en hundirse y por eso fue la primera en aprender a flotar.
Una mañana de invierno, entró por la ventana y me enseñó los secretos de la flotación activa y pasiva.
–Cuando ya no hagas pie lo más difícil será mantener el ritmo constante, pero no te desesperes, vos flotá como si fueras una canción. La clave es tararear. Esa es la forma más fácil de no pensar en flotar, mientras se está flotando.
Tenía razón y también tenía un perro: Poqui.
De haber sido humano, Poqui hubiera figurado en todas las guías de buceo como el gran submarinista que era porque, estrafalaria naturaleza, ese animal había nacido para la inmersión. El Poqui tenía la certeza de ser buzo de profundidades abisales, pero era perro, así que la Pelu Salatín, aprovechando la posibilidad de la inundación, decidió protegerlo sin frustrarle la vocación y lo transformó en una especie de tanque de oxígeno.
En seco, el Poqui seguía siendo un perro atado a la espalda de su dueña, pero en mojado, que era el caso, lo que uno creía ver cuando los veía, era una submarinista que había tuneado su tanque de oxígeno.
O algo así.
("Vidria. El fino arte de crear monstruos.")


NIÑOS



Padre: ¿Cuándo vas a dejar de corregir el manuscrito?
Vidria: Post Morten.
Padre: ¿Tuya?
Vidria: Tuya.
Comentario paterno: Parecés Bonino.
Nota al pie: Bonino; mecánico de Chañar Ladeado que hace dos años le dice que ya casi acaba de restaurar su moto antigua. Casi. Casi. Casi...
Cita: "El día que Bonino aprenda a terminar las cosas, la perfección será un detalle insignificante."
Pie de foto: ¿Papi, vamos a dar vueltas en la Puma?
Si te disfrazás de Vilma Picapiedras, sí.
Erratas: sólo conseguí disfraz de Pedro.
Y yo de Batman.


E.


Mi papá suele comprar libros porque le parecen objetos hermosos. Pero no los lee nunca.
Jamás.
Así que cuando voy a Argentina, saca cinco o seis o siete o veinte ejemplares y me los da.
--Llevátelos, cuando los hayas leído, me los contás.
Las familias, creo, funcionan al revés.
Son los padres los que, al pie de la cama, les leen un cuento a los hijos. A la hora de la descendencia, yo me compré un teckel marrón.
Después de “Casa gran” quedé tocada. Es un libro de una tristeza tan honesta, tan parecida a la tristeza (y felicidad) que me provoca la escritura, que me paralizó los ojos.
Y los dedos.
Después, leí “Res no s’oposa a la nit” y entonces quedé fuera de foco. Tengo debilidad por las historias verídicas con loco, manicomio, suicida y escritor. Ni que decir cuando, además, las páginas ocultan una madre así. Una lucidez así.
Hace un tiempo, E. me dijo: no hay nada en la vida imposible de soportar. Ni sin padre, ni sin madre.
Hablaba de la vida real, no de la parte inventada.
Llevo semanas pensando en ello. En mi padre comprando libros para que yo los lea y se los cuente.
En mi madre hablando un idioma propio que sólo entendemos los que pertenecemos a su mundo.
En la tristeza de “Casa gran”.
En la tristeza de “Res no s’oposa a la nit”.
Y en mí.
Dice Frankie Dunn, en “Millon dollar baby”: hay algunas heridas que son tan profundas, o están tan cercanas al hueso, que es imposible parar la hemorragia.
Tal vez sea eso.
O puede que sea todo lo demás.
Ese cielo entrando por la ventana. El silencio. Y todos estos libros por leer.
V.