-Dan Brown es un
escritor de culto pero es un culto masivo y, por lo tanto, muy poco selectivo
-dice el escritor argentino Rodrigo Fresán, autor de la novela El fondo
del cielo-. J. D. Salinger es, también, un escritor de culto; pero lo suyo
se acerca al más exquisito budismo zen. Así, Haruki Murakami o Paul Auster o
David Foster Wallace serían sumos sacerdotes de sectas en expansión, mientras
que Thomas Pynchon y Jorge Luis Borges y Vladímir Nabokov serán, siempre,
tótems frente a los cuales arrodillarse. Entre unos y otros están todas esas
íntimas religiones (propongo estampitas de John Banville, Rick Moody, Iris
Murdoch, Felisberto Hernández, Denis Johnson, Michael Ondaatje, Steven
Millhauser) por las que unos cuantos miles están dispuestos a lo que sea. Es
decir: a seguir leyendo. Y a reconocerse entre ellos con complicidad. Nunca
dejaremos de creer y de rezarles a León Tolstói y Marcel Proust y Francis Scott
Fitzgerald. Un escritor de culto es aquel que hace que leer sea tan pero tan
parecido a orar, con una atendible diferencia: no sólo sentimos que nos escucha
sino que, además, nos habla nada más que a nosotros. Y, por supuesto, Dios
existe y se llama Shakespeare.
Nota completa:
