sábado, 15 de septiembre de 2012

El gos elèctric.

(El día que mi padre electrocutó a mi perro Manuel Segundo y llamó para contármelo.)
—El enano se iba a la casa del Andrés y no volvía. 
—¿Y…?
—Puse un cable con electricidad para que no pasara y lo saltó.
—¿Se perdió?
—No, lo saltó y volvió. Entonces, puse otro para evitar el salto.
—¿Y…?
—Ya sabés de qué hablamos cuando hablamos de un teckel. Cavó un túnel y lo pasó por abajo.
—¿Y…?
—Lo puse encima del cable, pegó un grito atroz, se le chamuscó un poco el pelo de la patita pero no se perderá nunca más. Quedáte tranquila…
(«Vidria.» Parte 2: El fino arte de fabricar monstruos.)