jueves, 12 de julio de 2012

El techo, el suelo y las plumas

cuando mi hermano me tiraba del techo de mi casa de Morteros para probar si era posible volar con una sábana atada en la espalda, yo no le tenía miedo al golpe contra el suelo, le tenía miedo a su desilusión.
A que dejara de quererme.
Mi fracaso hacía evidente la imposibilidad de sus sueños.

Hace poco me di cuenta que mi hermano no necesitaba una hermana menor. Necesitaba un pájaro.
Y que nada de lo que yo hiciera, o intentara, podía remediar el hecho de no tener alas.

Nunca me gustó renunciar.
Pero hay veces que insistir es imposible.
Me quedo con las plumas. Y con las batallas ganadas.




V.